En el sistema actual, manipulado, nos han dicho a los padres que nuestros hijos tienen las mal llamadas “rabietas”… Entre los 3 y 6 años aproximadamente, empieza a desarrolarse una parte del cerebro, que está relacionada con la racionalidad. Cuando vemos a nuestros hijos con “rabietas” muchas veces no sabemos cómo reaccionar, y la mayoría de las veces no se hace lo que sería saludable hacer, que es acompañarle en su enfado, validar su sentimiento de rabia.
Cuando son pequeños está muy latente el cerebro emocional, y no está desarrollada lo que se llama, la “teoría de la mente”, que no es ninguna teoría, ya que se han hecho experimentos que validan contrastadamente esta teoría. Por lo tanto, los niños pequeños no pueden racionalizar su rabia y no se pueden poner en la piel del otro, ni entender que los otros piensan diferente a él. Es la edad egocéntrica, esto significa que están desarrollando su yo, cosa completamente saludable, para defender su espacio personal.
Lo que normalmente se hace es que los adultos se ponen nerviosos, y empiezan a manipular, chantajear, ningunear, castigar, explicarles de manera racional las cosas, dando lecciones de moral (cosa que está bien pero no lo van a entender hasta que esa parte del cerebro racional se desarrolle…) y hasta imitar de manera burlona, lo cual es descabelladamente tiranizante.
En este sentido, actuamos de acuerdo a los patrones que hemos aprendido en nuestra crianza, haciendo que repliquemos patrones que han sido integrados como válidos. Entonces es el momento de mirarnos a nosotros mismos, los adultos, y recordar cómo reaccionaron nuestros padres o tutores cuando sentíamos rabia cuando éramos pequeños. De esta manera chequeamos el por qué sentimos lo que sentimos cuando nuestros hijos tienen esos ataques de rabia…
La sana manera de acompañar a nuestros hijos en estos momentos es respirando profundo y aceptar ese momento, acompañarlos, bajarnos a su nivel y empatizar, validar su sentimiento, poner palabras a su sentimiento de rabia para que se sienta reconocido y validado. No se trata de esperar a que el episodio acabe, estoicamente y con frustración, tampoco se trata de cantar un “ommmmmmmm”, no sirve, es más, lo único que verá es a su padre o madre disociándose de su sentimiento y alejándose de él….
Sé que resulta difícil, pero ya verás que de repente, todo cambia, y su atención de repente ya está en otro estímulo. En estos momentos de rabia, las mamás que dan de mamar, pueden hacerlo, si es que el bebé o niño lo acepta, si no, no hay que enchufarle la teta en la boca, si no es lo que quiere. Veo a muchas madres que practican la crianza “respetuosa” que insisten en meterles la teta en la boca para que se callen, cuando los bebés no quieren eso, muchos quieren simplemente que le dejen expresar su frustración o rabia, por lo tanto “enchufarles la teta” no sería un acto respetuoso hacia el bebé o niño…. Tampoco se trata de darles todo lo que quiera el niño, debemos tener claro los límites que tienen que ver con la SEGURIDAD y con la SALUD… y muchas veces se trata de que en ese momento no se puede dar lo que pide, sin más, así que no hay que aflojar, porque si no, no le estás dando la oportunidad de que autorregule su frustración, de que aprenda a gestionar sus emociones. Si cedemos en todo momento, estamos vendidos…y los niños son muy sensibles y perceptivos de las debilidades de los adultos. En este momento tendremos que ser congruentes, coherentes y sistemáticos, porque esto además les dará seguridad, el saber dónde están los límites. Si cedemos siempre podemos estar criando a un pequeño tirano. No hay recetas mágicas, cada momento es diferente, y debemos valorar si tenemos que ceder o no. A veces simplemente quieren probar una cosa nueva y entonces es el momento de pensar si debemos o no debemos ceder, ¿cuál sería la consecuencia?
Pongo un ejemplo: Mi hijo de 4 años, un día, se subió al coche con su pequeña mochila, que él llama “carapazón” (como el caparazón de las tortugas ninja ;)) y en un principio me pareció que así no podía ir porque iba a estar incómodo, estuvimos debatiendo un poco y enseguida me di cuenta de que para él era importante llevar su “carapazón” y de que, si se lo quitaba, pensando en que lo iba a proteger de la incomodidad, me iba a comer literalmente una llantina lamentosa por largo tiempo… pues bien, valoré la situación, y se lo dejé, pensé que si se la quitaba, no podría nunca experimentar la sensación de llevar su “carapazón” en la sillita del coche y que tampoco le iba a dar la oportunidad de experimentar si realmente estaba incómodo o no. Porque se lo diga yo, no tiene por qué pensar que así sea… Así que le dejé con su “carapazón” y todos contentos… Muchas veces minusvaloramos la capacidad de los niños de darse cuenta de sus sensaciones, y realmente, ¡ellos están más conectados con su cuerpo que nosotros! Se trata de confiar en que el niño no hará una cosa con la que se sienta incómodo. Es más, si insistimos en que haga lo que nosotros queremos, lo que querrá hacer es lo contrario… Aun así, siempre hay que valorar las situaciones, por ejemplo, si va a ser un viaje largo o no, si la mochila está demasiado cargada o no. Nunca hay una regla fija, pero siempre tendemos a pensar más por el niño que dejarle pensar y experimentar por sí mismo. Dejemos pues que experimenten por sí mismos. ¡Confiar en ellos es invertir en su Autoconfianza en el futuro! Eso no quiere decir que si quiere fumar un cigarro le dejemos, pero recuerdo que mi tío le dejó a mi prima, cuando era pequeña probar el vino, y nunca más volvió a beber, lo mismo pasó con su hermano pequeño 😉